06 diciembre 2009

Terrorismo imperial

Ayer tarde comencé a trastear en mi modesta biblioteca sin saber demasiado bien lo que buscaba. Estuve un buen rato hojeando You are being lied to con la corazonada de que entre sus páginas, amén de toneladas de información muy ilustrativa, podría encontrar alguna referencia sobre Al-Shifa. Finalmente, la referencia la encontré en una pequeña publicación de Noam Chomsky que tenía por aquí medio olvidada llamada 9-11.

Al-Shifa era una fábrica de medicamentos situada en Sudán. Su construcción terminó en 1996 tras cuatro años de obras. El 20 de Agosto de 1998 quedó totalmente destruida y 12 de sus trabajadores perdieron la vida ese día. Al-Shifa había sido bombardeada con misiles crucero estadounidenses. Una larga polémica de acusaciones cruzadas entre varios gobiernos siguió al bombardeo de la planta. Años después, los restos de lasantiguas instalaciones continúan en ruinas:





El ataque fue lanzado desde un submarino nuclear americano en el Mar Rojo, utilizando varios misiles Tomahawk. El complejo farmacéutico constaba de 4 edificios, 3 de los cuales fueron totalmente destruidos y el cuarto con daños tan severos que no permitían su reparación. El motivo esgrimido por la administración Clinton para lanzar el ataque coincide en forma y fondo con lo que se convirtió unos años después en la cantinela permanente de la administración Bush: según informes de inteligencia, en Al-Shifa se estaban fabricando armas de destrucción masiva; en concreto armas químicas para la consecución del gas nervioso VX. Según otras fuentes, en Al-Shifa sólo se fabricaban los suministros médicos esenciales para el tratamiento de la malaria, diversos medicamentos veterinarios para combatir parásitos en animales domésticos, así como antibióticos básicos como la Amoxicilina  y el Paracetamol. Es más, incluso se aseguraba que las instalaciones, que se encontraban a menos de 20 minutos del cuartel general de la ONU en Khartoum, contaban con la aprobación directa de Naciones Unidas.

Las consecuencias reales de la destrucción de Al-Shifa son difíciles de estimar. Se trataba de la única planta en el África subsahariana capaz de fabricar en masa remedios contra la malaria. Proporcionaba el 90% del suministro de medicamentos tanto para la malaria como la tuberculosis en Sudán, y la mitad del resto de suministro farmacéutico para el pais. El paludismo o malaria, aún a día de hoy arroja cifras realmente terroríficas por lo que a la mortalidad asociada se refiere: según el CDC las estimaciones de la mortandad causada por la malaria en  podrían ilustrarse como:

    - Entre 350 y 500 millones de casos al año en todo el mundo. De éstos, en el África subsahariana más de un millón de personas no sobreviven, en su mayoría niños pequeños.
    - 990.000 muertos en 1995: 2.700 muertes por día; 2 muertes por minuto
    - En 2002, la malaria fue la causante del 10,7% de las muertes infantiles en paises en vías de desarrollo.
    - En Malawi durante el 2001, la malaria fue la causante del 28% de los muertos en hospitales sólamente, estimándose que la cifra total de muertos es mucho más elevada debido al       escaso acceso a hospitales en el pais.

Y yo me pregunto: ¿estamos hablando de decenas, de cientos de miles o incluso de millones de muertes como consecuencia de la desaparición de Al-Shifa?

Hay un dato más sobre este tema que me gustaría resaltar. El precio de esos tratamientos estaba estimado en aproximadamente 1 libra esterlina al mes. Se trataba de medicamentos genéricos. ¿Qué ocurriría si ahora se llegara a un acuerdo internacional que no permitiera la fabricación de estas medicinas esenciales para los paises en vías de desarrollo? ¿Estaríamos hablando de millones de muertos en todo el mundo a causa de la malaria, el cólera, la disentería, la tuberculosis y el VIH? ¿Estaríamos hablando de un incremento geométrico o exponencial de los casos, de las muertes, de los afectados, del sufrimiento humano a escala planetaria?

Aunque parezca difícil de creer un escenario así se está preparando a espaldas de la opinión pública. Los tratados ACTA, Anti Counterfeit Trade Agreement, estań siendo discutidos globalmente, con la participación de varios gobiernos, entre ellos el estadounidense, canadiense, coreano, neozelandés y la misma Unión Europea. Además de las más que preocupantes implicaciones en lo que se refiere al libre acceso de contenidos y la neutralidad de internet, ACTA contiene una sección dedicada en especial a la circulación de medicamentos genéricos a nivel global. Las pretensiones, a priori, de ACTA es acabar con la distribución de este tipo de medicamentos, dejando en manos de las grandes farmacéuticas la fabricación, control, distribución y venta de los mismos. Al precio marcado por las corporaciones farmacéuticas por supuesto. ¿Necesito ilustrarlo un poco más? Hablábamos de que en 1998 el tratamiento para la malaria en Sudán con la amoxicilina de Al-Shifa le costaba a una persona el equivalente a 1 libra esterlina al mes, lo que ya supone un sacrificio teniendo en cuenta la renta per cápita sudanesa. Bien, pues ahora comiencen a multiplicar, ya que 16 comprimidos de 500mg del antibiótico les pueden salir por unos 38 euros si los tienen que comprar "de marca" hoy en día.

Los contenidos de ACTA deben ser, primero, hechos públicos y, segundo, revisados y modificados de forma que no se condene a muerte a millones de personas en todo el mundo por no tener acceso a medicinas. De lo contrario, y sin miedo a exagerar, estamos hablando de un crimen contra la humanidad que dejaría la barbarie nazi, las purgas stalinistas y la larga marcha maoísta como patéticos e ínfimos experimentos sobre sufrimiento humano